Aún recuerdo la cara de Teón cuando le anunciaron el nacimiento de la niña en aquel 370 d.C. Yo tenía apenas diez años y sé que aplaudió con fuerzas aquel regalo de la fortuna. “La educaré como a un varón. La llamaré Hipatia, pequeña rosa de Alejandría.” La niña creció bajo los cuidados y las atenciones del cariño paterno. ¡Cuánto amor y palabra de sabio por los corredores de su inocencia! Mi casa estaba cerca y podía ver sus ejercicios físicos por la mañana. A mediodía se dedicaba a tomar unos baños relajantes y al atardecer estudiaba ciencias, artes y música. El día que me comunicó su deseo de viajar por Italia y por Atenas no pude reprimir la emoción, pues mi amor por ella crecía a la par que su belleza y sus dotes de sabia. A su regreso, Hipatia conquistó con creces el corazón de la ciudad, pero aquellos tiempos difíciles no tardarían en volverse en su contra. El estupor y el miedo se apoderaron de mí cuando asistí horrorizado a su horrible final. Aquel grupo de fanáticos cristianos la arrancaron de su carruaje cuando iba a trabajar, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. ¡Sus restos quemados, sus obras destruidas!
Han pasado los años y no puedo dejar de mirar al pasado. Era una bonita mañana del año 415 d.C. en la hermosa ciudad de Alejandría. Y murió la rosa.
¡Cuánto amor y palabra de sabio
por los corredores de su inocencia!
El orgullo de Teón,
joya del Nilo,
rosa de Alejandría,
Hipatia.
Se alzó su voz de mujer perfecta
y cautivó el corazón de su ciudad querida.
¡Cómo pagó con tributo de muerte
su belleza sin par, su poderoso ingenio!
Bella intimidad profanada.
Han rasgado sus vestidos,
aquellos locos, fanáticos.
Han desollado su piel.
¡Oh blancas conchas que un día
el mar dejara en las puertas de su infancia,
que una vez sus manos acariciaron!
¡Cuánto dolor y barbarie sin duelo!
Yace cuerpo sin vida,
sabiduría rota,
belleza sin alma.
Y se ha anudado el silencio,
tras el recuerdo olvidado,
por los siglos infinitos.
Ayer lloró Alejandría.
Hoy la entraña de Nigeria llora.
Patrocina: Instituto Andaluz de la Mujer.
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