sábado, 17 de noviembre de 2007

Indocencias de Ana Herrera Barba

ROSA DE ALEJANDRIA

Yo la amaba, la amaba desesperadamente, pero ella había rechazado mi proposición matrimonial, igual que hizo con la de todos sus pretendientes. A saber que hubiera pasado si Hipatia no hubiera reconocido el nombramiento de Directora del Museo, si no se hubiera entregado a la Biblioteca en cuerpo y alma. Probablemente yo no estaría aquí ahora corroído por los remordimientos, después de tantos años de vivir a medias la vida.
Aún recuerdo la cara de Teón cuando le anunciaron el nacimiento de la niña en aquel 370 d.C. Yo tenía apenas diez años y sé que aplaudió con fuerzas aquel regalo de la fortuna. “La educaré como a un varón. La llamaré Hipatia, pequeña rosa de Alejandría.” La niña creció bajo los cuidados y las atenciones del cariño paterno. ¡Cuánto amor y palabra de sabio por los corredores de su inocencia! Mi casa estaba cerca y podía ver sus ejercicios físicos por la mañana. A mediodía se dedicaba a tomar unos baños relajantes y al atardecer estudiaba ciencias, artes y música. El día que me comunicó su deseo de viajar por Italia y por Atenas no pude reprimir la emoción, pues mi amor por ella crecía a la par que su belleza y sus dotes de sabia. A su regreso, Hipatia conquistó con creces el corazón de la ciudad, pero aquellos tiempos difíciles no tardarían en volverse en su contra. El estupor y el miedo se apoderaron de mí cuando asistí horrorizado a su horrible final. Aquel grupo de fanáticos cristianos la arrancaron de su carruaje cuando iba a trabajar, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. ¡Sus restos quemados, sus obras destruidas!
Han pasado los años y no puedo dejar de mirar al pasado. Era una bonita mañana del año 415 d.C. en la hermosa ciudad de Alejandría. Y murió la rosa.
“Breviario” de Alas. Edita: Instituto Andaluz de la Mujer. DL: MÁ 8482-2003


Joya del Nilo


A tí, oh mujer que sueña.
¡Cuánto amor y palabra de sabio
por los corredores de su inocencia!
El orgullo de Teón,
joya del Nilo,
rosa de Alejandría,
Hipatia.
Se alzó su voz de mujer perfecta
y cautivó el corazón de su ciudad querida.
¡Cómo pagó con tributo de muerte
su belleza sin par, su poderoso ingenio!
Bella intimidad profanada.
Han rasgado sus vestidos,
aquellos locos, fanáticos.
Han desollado su piel.
¡Oh blancas conchas que un día
el mar dejara en las puertas de su infancia,
que una vez sus manos acariciaron!
¡Cuánto dolor y barbarie sin duelo!
Yace cuerpo sin vida,
sabiduría rota,
belleza sin alma.
Y se ha anudado el silencio,
tras el recuerdo olvidado,
por los siglos infinitos.
Ayer lloró Alejandría.
Hoy la entraña de Nigeria llora.

( El poema trata de recuperar la figura de Hipatia, primera mujer científica y filosófa de Occidente, última directora de la gran biblioteca clásica alejandrina, lapidada en el 415 d.C. en la ciudad de Alejandría).
Walläda nº 6. Edita ALAS. Málaga, 2006. ISBN-10:84-611-4140-7
Patrocina: Instituto Andaluz de la Mujer.


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